El otro día quise escribir sobre el amor, concretamente el martes, sobre el amor cobarde y el amor inalcanzable. Sobre el amor platónico. Pero no lo hice. Si que esbocé algunos pensamientos en una pieza de papel. Un trozo de papel que estará rodando durante semanas encima de mi escritorio. Comencé con cierta rima de Bécquer, con esa que pide a la mujer imposible, aquella vana fantasma de niebla y luz; aquella incorpórea, intangible, que no puede amar. Aunque realmente el comienzo se deba realmente a una canción de Lucas. Una canción que habla de una mujer a la que no podrá tener, "por diferencias de criterio".
Sea como fuere, sentí un gran apremio por esbozar ciertas amargas ideas sobre el amor, que me vinieron a la cabeza, y que al día siguiente me deprimieron de tal forma que condujeron a la precipitada pérdida de mi sombrero (aunque quizá sea pretencioso culpar a un sentimiento de una pérdida casual). Ahora ya no siento eso, bueno sí, creo que todos somos muy cobardes cuando se trata de sentimientos, pero la vida es asín... que dirán los sabios del barrio. Pero veo las cosas de un tono menos agobiante, con mayor brillo y claridad. Sobretodo, con mayor distancia.
De hecho, desde el punto de vista de la biologí, me parece que es lo lógico: la fitness o éxito reproductivo de una persona que se lanza alocada al amor de su vida y lo pierde, no puede ser muy alta. Sim embargo la fitness de aquel que medita su situación de pareja y sus posibilidades de éxito/fracaso, construyendo una relación duradera más allá de la pasión se asegurará una pareja que le ayuda en el mantenimiento de los hijos, lo que aumentará la supervivencia de sus hijos, y por tanto aumentará la probabilidad de que sus genes pasen a la tercera generación (la de los nietos).
Menos mal que existe la biología, sino el mundo sería un completo barullo imposible de entender...
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