martes, 22 de enero de 2008

Miedo...

El sol entraba tímido por la ventana aquella mañana de enero. Tardó en colarse pero cuando lo hizo dió de lleno en el rostro de Ezequiel, dormido sobre la alfombra. Un rayo de luz. Una visión. El desconcierto. Ezequiel, aún con los sentidos embotados, se preguntaba y contestaba a la incógnita de qué coño hacía en aquel salón. En aquella casa. Sabía donde estaba. No era la primera vez que estaba allí. Pero sí era la primera que despertaba, semidesnudo, en la alfombra del salón. Y no recordaba haber llegado. De hecho no recordaba nada. No es que se hubiera vuelto amnésico, sabía perfectamente quien era pero no los hechos concretos. No importaban.
De pronto la habitación se volvió más oscura. Instintivamente giró la cabeza hacia la ventana. Un nube negra y atrevida acababa de cubrir al sol. Y llegó el miedo. No es que antes no hubiese estado allí, simplemente que la oscuridad lo había hecho más real. Miedo...Ezequiel estaba bastante seguro que era la primera vez que temía de aquella manera irracional. Estaba seguro de eso. Pero no lo podía controlar: la congoja subía como un duro aleteo desde el fondo de su estómago hasta su garganta. Sus ojos se humedecía con lágrimas picante, ardientes. Y su mente estaba en blanco aunque algunas cosas las sabía, como que la puerta estaba cerrada con llave, como que la ventana estaba sellada, como que la chimenea...la chimenea...Los antiguos rescoldos despedían un olor extraño: dulzón, picante, agrio, quizá almendrado... Se acercó aún más. Sabía que no debía, pero una fuerza poderosa lo empujaba; la curiosidad; el afán por desentrañar el misterio que lo embargaba y amenazaba. Porque, dentro de sí, no podía concebir ser un miedoso, no podía dejarse vencer por aquel terror irracional que, a cada paso, inmovilizaba sus músculos y articulaciones. Se arrodilló frente al hogar, y las lágrimas brotaron de sus ojos, sin control. Sus miembros se sacudieron convulsivamente y la cabeza cayó pesadamente sobre las cenizas humeantes. No hubo tiempo de reacción. No hubo tiempo de racionalización.

viernes, 18 de enero de 2008

Descubriendo la historia que se esconde tras el diagnóstico laboratorial: ¡He visto un lindo microorganismo!

Extraído de: Alba P, Álvarez S, García ME, Blanco JL. 2007. La historia que se esconde tras el diagnóstico laboratorial microbiológico. ¡He visto un lindo microorganismo! I. Laboratorio veterinario Avedila 41: 2-7. (Si no lo sabeis, la primera autora soy yo, je).

La historia de la ciencia no es muy diferente a la historia de la vida. Es decir, los grandes descubrimientos que han revolucionado el campo, por ejemplo, de la microbiología, no han surgido por “generación expontánea” en la mente de un único, solitario y brillante investigador. Un científico que, tras un golpe de inspiración, diseña la idea, la pone en práctica nada más imaginarla y observa satisfecho los espectaculares resultados que obtiene desde el primer ensayo. La realidad, si volvemos la vista hacia la historia, es algo diferente. Y esta diferencia radica principalmente en que los investigadores, aparte de formar parte de la historia de la ciencia, vivieron su propia historia: su niñez, su adolescencia, sus relaciones personales, sus compañeros de trabajo,… sus conversaciones, sus lecturas, sus “ídolos”, sus inquietudes…momentos que fueron aportando un background que permitieron que, en un momento determinado, una mente clara pudiera encajar las piezas del puzle y acelarar el conocimiento científico.

El tiempo ha borrado muchos detalles de sus historias personales dejando en su lugar una fría lista de logros o protocolos de trabajo. En esta revisión sobre la historia que se esconde en cada paso del diagnóstico laboratorial microbiológico, se intenta mostrar el descubrimiento y las circunstancias personales que lo rodearon. Al menos, pretende dejar entrever cuales fueron los acontecimientos que se confabularon para que personajes como Leeuwenhoeck, Frau Hess o Kari Mullis entraran en los anales de la historia de la microbiología y la moldearan para facilitar, entre otras cosas, un correcto diagnóstico.


Y esto sólo es el comienzo... el resto está publicado en la revista AVEDILA: Repito: Alba P, Álvarez S, García ME, Blanco JL. 2007. La historia que se esconde tras el diagnóstico laboratorial microbiológico. ¡He visto un lindo microorganismo! I. Laboratorio veterinario Avedila 41: 2-7.

Como sé que os ha picado la curiosidad por saber como termina esta bonita historia de amor entre los humanos y la ciencia... os recomiendo que vayais a vuestra biblioteca más cercana o mejor a la de la facultad de veterinaria, que sé a ciencia cierta que tienen la revista, y .... la leais, por ejemplo....

lunes, 7 de enero de 2008

Vagaba...

Vagaba por las oscuras callejas del barrio arrastrando aquella cuerda mugrienta que sujetaba una lata vacía. Todos los días hacís el mismo recorrido. Desde hacía más de cincuenta años. La cadencia de sus pasos era tan familiar como las grietas de las fachadas a medio pintar o los adoquines sueltos de las aceras. Resultaba muy extraño el silencio y, sobretodo, la certeza de que ya no iba a cruzarse en tu camino al doblar una esquina.

viernes, 4 de enero de 2008

¿Feliz Navidad?

Noticia publicada en el diario El Pais el 25/12/07. Cuando la he leido hoy, por casualidad o por el destino, según las creencias de cada cual, he creido necesaria darla a conocer...y como no me gusta el reenvío...
Después de leerlo he gradecido las cosas de las que con tanta frecuencia nos quejamos en Navidad.

“Querido Papá Noel: vamos a dormir con hambre”

De las 10.000 cartas de niños enviadas en la ciudad brasileña de Recife, 6.000 piden comida en lugar de juguetes

J. A. - Río de Janeiro ELPAIS.com - Internacional - 25-12-2007

Los niños pobres de Brasil no piden regalos a sus padres, porque saben que no pueden comprárselos. Por eso, mandan sus cartas a Papá Noel de Correos. Es una costumbre que lleva funcionado desde hace muchos años en varias ciudades del país. Las cartas son colocadas en las paredes de las oficinas de Correos y quienes acuden a estas oficinas suelen adoptar la carta de algún niño. Compran lo que pide y los funcionarios de Correos, vestidos de Papá Noel, se encargan de llevárselo a sus casas.Este año, un dato ha causado sorpresa en la ciudad de Recife, en el Estado de Pernambuco, uno de los más pobres del país y la patria chica del presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, cuyos padres, muy pobres, emigraron a São Paulo en busca de trabajo: de cada 10 cartas de niños recibidas en Correos, seis piden comida en vez de juguetes.
Por ejemplo, la de Pedro Manoel dos Santos, de 13 años, que escribe que le gustaría recibir unos zapatos del número 37, pero que lo que en realidad necesita es comida y cuenta así el drama de su familia: “Mis padres no tienen trabajo. Mi padre hace dulces para vender y trabaja cuando le sale alguna cosa. Pero aún así, el dinero no basta para comer. Hay noches que vamos a dormir con hambre y la cara de mi madre se pone muy triste”.
Sólo en Recife, Correos ha recibido este año más de 10.000 cartas, de las que 6.000 piden comida para Nochebuena. Los funcionarios de Correos se han sensibilizado tanto ante las cartas que ellos mismos, por su cuenta y junto a sus hijos, han ido a llevar comida a muchos de esos niños pobres.