El sol entraba tímido por la ventana aquella mañana de enero. Tardó en colarse pero cuando lo hizo dió de lleno en el rostro de Ezequiel, dormido sobre la alfombra. Un rayo de luz. Una visión. El desconcierto. Ezequiel, aún con los sentidos embotados, se preguntaba y contestaba a la incógnita de qué coño hacía en aquel salón. En aquella casa. Sabía donde estaba. No era la primera vez que estaba allí. Pero sí era la primera que despertaba, semidesnudo, en la alfombra del salón. Y no recordaba haber llegado. De hecho no recordaba nada. No es que se hubiera vuelto amnésico, sabía perfectamente quien era pero no los hechos concretos. No importaban.
De pronto la habitación se volvió más oscura. Instintivamente giró la cabeza hacia la ventana. Un nube negra y atrevida acababa de cubrir al sol. Y llegó el miedo. No es que antes no hubiese estado allí, simplemente que la oscuridad lo había hecho más real. Miedo...Ezequiel estaba bastante seguro que era la primera vez que temía de aquella manera irracional. Estaba seguro de eso. Pero no lo podía controlar: la congoja subía como un duro aleteo desde el fondo de su estómago hasta su garganta. Sus ojos se humedecía con lágrimas picante, ardientes. Y su mente estaba en blanco aunque algunas cosas las sabía, como que la puerta estaba cerrada con llave, como que la ventana estaba sellada, como que la chimenea...la chimenea...Los antiguos rescoldos despedían un olor extraño: dulzón, picante, agrio, quizá almendrado... Se acercó aún más. Sabía que no debía, pero una fuerza poderosa lo empujaba; la curiosidad; el afán por desentrañar el misterio que lo embargaba y amenazaba. Porque, dentro de sí, no podía concebir ser un miedoso, no podía dejarse vencer por aquel terror irracional que, a cada paso, inmovilizaba sus músculos y articulaciones. Se arrodilló frente al hogar, y las lágrimas brotaron de sus ojos, sin control. Sus miembros se sacudieron convulsivamente y la cabeza cayó pesadamente sobre las cenizas humeantes. No hubo tiempo de reacción. No hubo tiempo de racionalización.
martes, 22 de enero de 2008
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1 comentario:
Vale, te reconozco la capacidad de crear mal rollo. Puede que esta noche no duerma pensando donde despertaré mañana.
Espero poder oírtela leer como tu solo sabes
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