martes, 23 de junio de 2009

tai-chi

De pie. Sola. En la nada. De pie, con los hombros relajados y la cabeza alta. La cadera un poco hacia delante, con el centro de equilibrio equilibrado. Inspirando. Espirando. El aire entra por las fosa nasales hasta llegar al último alveolo de los pulmones, intercambia coo la sangre oxígeno por dióxido de carbonp, y sale lentamente atravesándo bronquilos, bronquios, tráquea y nariz. Se inspira y espira por la nariz. Las piernas ligeramente separadas, fuertemente plantadas sobre la arena húmeda. El cabello bailando con la brisa salobre que se cuela en todos los poros. La mente en blanco. La mirada fija en un punto cualquiera del horizonte que se extiende, sin barreras ante mi.
Movimientos lentos de cada microfibra muscular. Lentos, controlados y sosegados. Figuras que canalizan la energía desperdiciable por las redes tróficas. Posturas concretas para cada cual, que atraen las vibraciones de la naturaleza. Posiciones de músculos y articulaciones, huesos y cartílagos, que forman un vínculo entre el suelo y el cielo.
Por unos momentos la mente descansa mientras el cuerpo se relaja.

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