viernes, 17 de octubre de 2008

Una vez hube creido que mi vida estaba completa, que los naipes que con tanto mimo había colocado estratégicamente para elevar lo que quería que fuera mi vida, estaban fijos y en el lugar adecuado. Entonces, sopló viento, afortunadamente, duró sólo segundos, y tan sólo derribó el último piso. Así que desafiante, volví a ponerlo en pie, y creyéndome invencible levante varias plantas más.
Soplaré y soplaré, y tu casa derribaré, sonreí al recordar el viejo cuento de los tres cerditos. Mi vida está anclada en conocimientos y experiencias, siento que he realizado un gran esfuerzo para estar en el lugar que estoy, y como el tercer cerdito confío en mis cimientos y los sólidos ladrillos y la bien forjada argamasa, pensé para mi, no tengo nada que temer.
Pero llegó un viento fuerte, un huracán, un tornado, un desastre natural que derribó, destruyó, aniquiló, pulverizó toda mi vida. De la bella construcción que había tardado años en poner en pie, no quedaba más que un socavón lleno de cascotes.
Quisiera que esta historia tuviera un final feliz, y que se pudiera extraer de ella alguna moraleja que ayude a algo, pero aún sólo veo el agujero profundo en la tierra seca y sin vida, aún lloro la perdida y aún temo que cualquier viga que intente plantar será arrancada de la superficie.

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