El Muro dividía el salón. El Muro dividía la cocina. El Muro incluso dividía la cama. Era un muro denso, de malas ideas y sospechas infundadas, cimentado sobre desconfianza y falta de sinceridad, cuya argamasa era el no-diálogo. El pequeño apartamento de dos habitaciones se había transformado en un inmenso palacete con 4 habitaciones, 2 salones y 2 cocinas, tan grande que los moradores apenas se veían.
El Muro crecía cada día y se extendía tapiando puertas y ventanas. Esto se tradujo en una sensación de agobio, al principio, y en cadena perpetua, al final. En aquella casa había quedado presa una pareja: dos ex-amantes, dos ex-amigos, dos ex-compañeros. Ambos se habían autoinculpado y autojuzgado, autosentenciándose a pasar el resto de sus días atrapados en una relación muerta. Ante el jurado de su conciencia se sentían culpables de dejar apagar la llama del amor. Cada uno de ellos había depositado la sentencia bajo secreto de sumario en lo más profundo de su alma, bajo múltiples capas de rencor y autocompasión, de forma que la contraparte no pudiese leerla y, por tanto, no pudiese alegar nada para reducir la pena.
miércoles, 9 de julio de 2008
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1 comentario:
La verdad que encontre un espacio de esos que no encontramos todos los dias.
Estoy sorprendida. Felicitaciones.
PeCeSnEgRoSs.Mikitah.
peces_negros@hotmail.com
Podes encontrarme tambien en:
elmundoenpalabras.wordpress.com
y proximamente en
enunapalabra.wordpress.com
gratos saludos.
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