martes, 15 de julio de 2008

7ª Clásica al Cerro del Telégrafo


El sábado 12 de Julio de 2008, 7 intrépidos aventureros y su mascota monil, subieron al cerro del telégrafo en la 7ª Clásica Nocturna al Cerro del Telégrafo. Por petición popular, se planeó una ascensión por la zona con menos pendiente pero cuando los montañeros se dispusieron a comenzar la subida todo se trastocó. Eligiendo una senda errónea y atravesando un apestoso claro de basura, llegaron a una fiestecilla privada a la que por fortuna no se unieron(pues el coche era demasiado pequeño). Tras consultar a las estrellas, el guía y mentor del grupo, rectificó la ruta. Pero en esta ocasión, por no ascender por el peligroso cortafuegos, eligieron un sendero diluido por el tiempo y la lluvia. A los pocos metros, se toparon con los guardianes vacunos del camino, que consiguieron desorientar a los jóvenes valientes, quienes erraron la ruta iniciando un arduo ascenso. Cada vez el camino era menos camino, pero los excursionistas, cegados con el brillo de la gloria y el honor de la coronación, escalaron la montaña con sus manos desnudas. Hubo momnetos en los que se perfilaba un engañoso sendero bordeado de helechos amistosos, pero la ilusión duraba unas cuantas zancadas que llevaban a los intrépidos, a pequeños claros rodeados de espinosas zarzas que trataban por todos los medios de arañar su piel desnuda.

Sin temor a los peligros que observaban con sus ojos, se sentaron en el borde de la pared vertical por la que acababan de ascender para decidir que la única alternativa era seguir subiendo hasta llegar a la cima. Cansados, pero habiendo apagado la sed, subieron los cientos de metros que les separaban de un oscuro bosque de pinos habitado por los temibles vampiros de villalba. Inmunizados contra el miedo, los aventureros siguieron avanzando pues sabían que se encontraban en la ruta correcta. Efectivamente, al poco vieron la gran Torre Blanca, alzándose frente a ellos, de la que sólo estaban separados por una verja metálica que como respetuosos ciudadanos se vieron obligados a vadear.
Los siete se detuvieron unos segundos, en pie, ante la Torre, antes de comenzar a explorar el lugar, como tantos otros años. Subieron y bajaron. Entraron o no.
Creyéndose ya libres de todo peligro, los valientes se sentaron en una piedra (que no La Piedra) a celebrar el banquete de la victoria, pero se desató un frío polar que amenzaba con helar la sangre de nuestros protagonistas. La misión no estaba finalizada, así que venciendo la inminente hipotermia comenzaron a instalar el equipo fotográfico y posaron junto con hechizos de luces y colores. Parte del grupo, expertos en supervivencia en condiciones extremas, consiguieron leña seca y prendieron una fogata en el otro extremo del campamento. Creyeron que con eso les bastaría para terminar la misión, pero se equivocaron cuando vieron el reloj. Se acercaba el amanecer y debían haber bajado del cerro antes de que el sol se hubiese asomado. Así que recogieron grácilmente los bártulos. Afortunadamente, los hados recompensaron todas sus penalidades, pues esta vez el sendero de tierra apisonada se fue abriendo ante sus ojos mientras descendían de la 7ª Clásica Nocturna al Cerro del Telégrafo.

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