Últimamente he llegado a la conclusión de que somos personas estériles y que no transmitimos enfermedades gracias a nuestra falta de higiene, tal y como Mary Mallon pensaba. Esa buena mujer era cocinera en el Nueva York de 1900. Conoció multitud de hogares porque inexplicablemente, la gente a la que servía contraían repentinamente la fiebre tifoidea. Las autoridades sanitarias relacionaron este hecho con la presencia de Mary en la casa y la condenaron a una cuarentena de tres años, tras los cuales, se le prohibió volver a trabajar de cocinera. Pero Mary no creía en la transmisión de enfermedades "infecciosas", ni había oído hablar de los Sistemas de Calidad, así que se cambió el apellido y volvió a cocinar en diferentes hogares, aliñando cada guiso con Salmonella tiphy. Las autoridades la pillaron después de otros veintitantos casos de fiebres tifoideas y la condenaron a una cuarentena perpetua. La buena mujer murió finalmente, pero de neumonía, por lo que seguramente en su lecho de muerte todavía se preguntaba por qué no la dejaban cocinar.
Realmente, el caso es bastante explicable, y las autoridades sanitarias tomaron una buena decisión apartando a Mary de la cocina, porque ella era un Portador Asintomático, es decir, alguien que tiene el microorganismo patógeno, pero no desarrolla la enfermedad, aunque es capaz de transmitirla. De hecho, la transmiten más que un enfermo, porque a los enfermos tendemos a aislarlos y/o curarlos.
Pero, ¿por qué os he contado esta anécdota de la epidemiología? Porque el otro día conocí a un descentiente de Mary Mallon (casi seguro), que trabaja en una hamburguesería. No le hice ningún análisis microbiológico, pero la observé. Fue quien me tomó el pedido, tecleó el pedido en la máquina y me cobró, a mí y a otros cuantos por lo que hubo (seguro) intercambió de microorganismos. Y después, fue a la cocina y me preparó la hamburguesa sin lavarse previamente las manos ni ponerse guantes. Y si sólo hubiese tocado la carne, no habría tenido más importancia, porque ésta se calienta, pero puso también la lechuga y el pan, que no se someten a ningún tratamiento higienizante, antes de engullirla.
¿Y que hice yo? Miré hacia otro lado y deseé con todas mis fuerzas que no estuviese de moda tener abierta la cocina, para que todo el mundo vea lo natural del proceso. Y entonces decidí que todos somos estériles, me hice del club de Mary y me comí la hamburguesa lo más tranquila que pude.
(Foto: periódico de 1909, de EEUU)
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