miércoles, 2 de julio de 2008

La pareja

Lucía subió a trompicones los cuatro escalones que separaban la acera de la puerta de su casa. Desde que doblara la esquina de su manzana, ha escuchado como sonaba el timbre inconfundible del teléfono fijo. La melodía se escapaba por la ventana abierta del salón, buscando a su dueña para que respondiera. Ambos sabían quien llamaba, y ninguno deseaba que se quedase como perdida. En el teléfono aparecía el dichoso apelativo de desconocido, por lo que no podía devolver la llamada, tenía que contestar.
Forcejeó con la cerradura para introducir la llave, como si en su ausencia alguien hubiera llamado a un cerrajero y la hubiesen cambiado. Tardó un timbrazo en abrir, desde el punto de vista de quien llamaba, y una hora para ella, quien tuvo que utilizar toda su sabiduría y experiencia en la apertura de la puerta blindada de su casa para que no se le partiera la llave. Sin saludar al gato, se lanzó hacia el terminal del teléfono que descansaba repiqueteante en su soporte junto a la ventana. Una mano golpeó un jarrón que rodó por el suelo, derramando parte del agua que refrescaba a las flores que terminaron cubriendo la alfombra de la abuela. La otra logró su objetivo. Agarró el aparato y se lo llevó a la oreja:
-Dígame-contestó en un resuello.
-¿No me digas que no llevas toda la tarde esperando esta llamada? ¿No me digas que has salido a dar una vuelta y se te ha pasado la hora?
La boca de Lucía se transformó en el desierto del Sahara y las rodillas comenzaron a golpearse la una a la otra; ¿cómo coño ha sabido...? pensó mientras caía, por suerte, sobre el cómodo sofá de cuero.
-¿Me...me vigilais?
-Tengo un recado para ti. Viene de Kij. Toma nota: En una hora, terminal 2 del aeropuerto. Es una pareja, caucásicos, rubios, ojos azules. No dejes que les ocurra nada.
-¿Algún dato más?
-Vienen de Estocolmo.
-¿Algo que los identifique?
-La maleta...
Pi-pi-pi-pi

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