lunes, 7 de enero de 2008

Vagaba...

Vagaba por las oscuras callejas del barrio arrastrando aquella cuerda mugrienta que sujetaba una lata vacía. Todos los días hacís el mismo recorrido. Desde hacía más de cincuenta años. La cadencia de sus pasos era tan familiar como las grietas de las fachadas a medio pintar o los adoquines sueltos de las aceras. Resultaba muy extraño el silencio y, sobretodo, la certeza de que ya no iba a cruzarse en tu camino al doblar una esquina.

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