Sólo me asusté cuando me miró fijamente. Cuando sus ojos se clavaron en los mios con aquella exactitud.
El resto de la sesión había transcurrido sin problemas, como pueden corroborar por mis notas, con mi voz repiqueteando en las paredes de esta habitación, su habitación. Todas las sesiones habían sido una pantomima, ahora me doy cuenta, pero hasta el último momento creí que mi voz era lo que necesitaba: mis vacuos consejos, mis insensibles instrucciones. A veces hablaba y a veces callaba. Aquel día me tocó hablar, le explicaba la necesidad de la socialización, como las personas, por el mero hecho de serlo, necesitamos de los otros, necesitamos contactar con la humanidad a fin de desarrollar nuestras capacidades más elementales. Entoncés levantó la cabeza, por un segundo creí que habíamos avanzado, nunca antes había mostrado interés, siempre había mantenido la cabeza gacha en una actitud taciturna, por eso en un primer instante creí que era un triunfo, aunque lo sigue siendo con un significado diferente, pero entonces sentí el hielo lacerar mi alma. Sentí que me atravesaba un frío intenso cuando sus enormes pupilas me alcanzaron. En ese momento sentí miedo, terror, pánico. No supe reaccionar.
jueves, 12 de marzo de 2009
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2 comentarios:
Me ha gustado mucho ¿has visto la peli dejame entrar? tiene que ver con la necesidad de los otros...
Suerte con tus clases.
Gracias. No he visto la peli, pero seguiré tu recomendación.
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