jueves, 10 de abril de 2008

Examen final

Día D...
La mujer rubia estaba arrodillada en el suelo, con los pantalones llenos de barro, como si hubiese sido arrastrada antes de llegar a aquella posición. Tenía las manos atadas a la espalda y la cuerda le continuaba hasta los tobillos, sujetándolos también. En su frente, la boca de una pistola, negra, pequeña, brillante. Sosteniendo la pistola estaba la otra mujer, la morena de amplia espalda y largas piernas. La ropa de esta mujer también estaba embarrada y además rota, desgarrada. El tenso brazo derecho de la mujer morena llevaba en esa postura al menos diez minutos, sin temblar, sin mostrar signos de cansancio. La cabeza de la mujer rubia llevaba los mismos diez minutos erguida, sin apartar la mirada ni un nanosegundo de los ojos de su acompañante. Sonó un móvil. La morenaza lo cogió con la mano izquierda, sin pertubar la escena en ningún otro aspecto:
-Te estamos esperando -dijo una voz distorsionada al otro lado de la linea.
-¡Cabrones! -respondió la mujer, lanzando el teléfono en una parábola perfecta sin molestarse en colgar.

Un mes antes, en la sala A...
-Bienvenida a la organización Clara.
-Gracias.
-Tus puntuaciones han sido excelentes, eres con mucho la mejor de nuestros candidatos.
-Gracias.
-Pero aún no has pasado tu examen final. Tienes que eliminar a esta persona, en un mes.

Mientras, en la sala B...
-Bienvenida a la organización Blanca.
-Gracias.
-Tus puntuaciones han sido excelentes, eres con mucho la mejor de nuestros candidatos.
-Gracias.
-Pero aún no has pasado tu examen final. Tienes que eliminar a esta persona, en un mes.


Día D, en una casa de piedra llena de maleza, con los muros semiderruidos, en medio del campo...
El móvil de la mujer rubia sonó dentro del bolsillo de su pantalón. El mismo tono que antes, pero en un terminal diferente.
-Si no lo coges, te darán por muerta-dijo la morena en un tono casual.
-Si no lo coges tú. Te cambié el móvil hace tres días, en aquella persecución en el metro.
La morena descendió el brazo derecho, hasta que la pistola estuvo a la altura de la yugular de la rubia. Entonces lentamente, doblo el brazo y se acercó hasta poder introducir la mano izquierda en el bolsillo del pantalón de aquella mujer. Descolgó:
-Te estamos esperando -dijo una voz distorsionada al otro lado de la línea.
-¿A quién?-respondió Clara, y volvió a lanzar el teléfono por los aires para estrellarlo muy cerca del otro.
-Supongo que ninguna hemos pasado la prueba, yo no he logrado capturarte y tu no has sido capaz de matarme. Ambas suspensas- dijo Blanca, con un ligero tono de burla.
-Ambas muertas - contestó Clara - sabemos todo de ellos y no existimos para nadie más.
-Suéltame - propuso Blanca - ¿veamos que pasa?
-No me fío de ti - repuso Clara, y guardándose la pistola en la cinturilla del pantalón se dio media vuelta, la melena morena agitándose al ritmo de su paso y salió de la ruina.

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