Desde lo alto de la torre, se atisba el paisaje. Vemos el mar. Vemos las pequeñas ondas que erizan su lisa superficie. Desde lo alto de la torre vemos la impertubabilidad de las aguas centenarias del mar.
También vemos pescadores. Jornaleros que ganan el pan lanzando redes y anzuelos para recoger los tesoros que esconde el océano. Pescadores tan pacientes y serenos como su fuente de abastecimiento.
A lo lejos se ve otra torre, una torre de piedra y sal, construida por el mismo mar que la quiere derribar. Es una torre grandiosa con estancias decoradas al estilo de Anfítrite y con vistas al imperio de Poseidón. Salones luminosos electrificados por el azul de este lugar.Y el tesoro mejor guardado, una pequeña joya en la que gozar. Con aguas cristalinas y límpidas, refulgentes aún en días nublados, aguarda una pequeña cala. Rocas que se desmenuzan en fina arena y mullidas camas de algas para reposar. Esto son las habitaciones privadas: silencio, intentemos no molestar.
También vemos pescadores. Jornaleros que ganan el pan lanzando redes y anzuelos para recoger los tesoros que esconde el océano. Pescadores tan pacientes y serenos como su fuente de abastecimiento.
A lo lejos se ve otra torre, una torre de piedra y sal, construida por el mismo mar que la quiere derribar. Es una torre grandiosa con estancias decoradas al estilo de Anfítrite y con vistas al imperio de Poseidón. Salones luminosos electrificados por el azul de este lugar.Y el tesoro mejor guardado, una pequeña joya en la que gozar. Con aguas cristalinas y límpidas, refulgentes aún en días nublados, aguarda una pequeña cala. Rocas que se desmenuzan en fina arena y mullidas camas de algas para reposar. Esto son las habitaciones privadas: silencio, intentemos no molestar.
Pues nada chicos, aqui he pasado mi verano, hotelazo de lujo, ¿qué no?
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