viernes, 15 de agosto de 2008

un sueño

La situación era perfecta. Los muebles. La música. La comida y la bebida. La gente era fantástica: sociable, agradable, educados, amables, con dosis equivalentes de dulzura e ironía. Mi vestido era espectacular, de seda negra, entallado, con un escote que dejaba entrever y unos taconazos que ensalzaban mi figura. La escalinata por la que bajé y los rostros que besé. Los comentarios compartidos y el tintinear de las copas en los bridis espontáneos. Todo era perfecto. Todo era demasiado perfecto. Pensé que era fantástico y lo estropee. La luz se apagó, pero algo deslumbrante nos iluminaba desde la cocina. Una gran llamarada se asomaba por la puerta oscilatoria. La gente tan perfecta se asustó, olvidando los modales, y como una manada enloquecida comenzó a correr hacia algún lugar que a mi no me parecía la salida. Y yo corría, en pos de ellos, guiada por la locura de la estampida. Sin embargo, y pese a la confusión, pude apreciar la magnificencia del fuego que acababa de escapar y comenzaba a invadir el salón. Las llamas se elevaban hasta el techo abobedado que nos cubría. El humo ennegrecía las flamantes pinturas y las paredes de estuco que los sostenían. Era un fuego silencioso y aterrador. Era un fuego frío sobre la madera caliente del parqué. En la calle, a lo lejos, se oía la sirena insistente de los bomberos, cada vez más cerca, más cerca, más cerca...hasta despertarme. Fue un sueño increíble y... perfecto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un sueño elegante, misterioso e intrigante...
Se parece bastante a tu forma de ser Patri